OK, la razón por la cual escribiré sobre estas anécdotas es muy simple. Dije en mi post anterior que, más que escribir sobre lo que me pasa o pasó, escribo lo que pienso. Esta vez haré excepción bajo la excusa de que entiendo que mi niñez no fue igual a la de la mayoría de mis amigos. No es algo de lo que puedo decir que siempre me gustó, pues entiendo que de muchas cosas me perdí por la vida que Papa Diós ha elegido. Tampoco puedo ser malagradecido. También doy gracias porque a alguien le tenía que tocar y ni Papá ni su profesión tienen la culpa. MUCHAS vainas chulas me pasaron, me regalaron, tuve y tengo, todo gracias al maravilloso mundo de la TV. Mi orgullo por mi Papá y su profesión lo digo y la repito. Lo único que son pocos los que tuvieron una niñez similar a la mía. Esa es la única diferencia y algo bueno hay que sacar de todo esto.
Dicho esto, dentro de esa niñez diferente tuve la oportunidad de conocer a grandes personalidades del mundo artístico nacional e internacional. Entre ellos José Luis Rodriguez "El Puma", y sobre él esta anécdota.
Una tarde cualquiera (de un día, un mes y un año entre finales de los 80's y principios de los 90's, osea, no me acuerdo), luego de salir de "la costumbre de cada día" (El Show del Mediodía), reunidos en mi casa estaban: Mis viejos, Anthony Ríos, El Puma, mi tío de cariño Augusto Guerrero y creo que ese día estaba Paloma San Basilio (pero no la menciono más porque en la historia (por lo menos en esta) no pintó nada ni dijo nada).
El caso es que estamos en una de las salas y por supuesto el tema de conversación no lo recuerdo por mi corta edad pero estoy seguro que era una de las tantas banalidades del show biz, cuando mi mamá pregunta si alguien quiere un café o un té o lo que sea. Claro está que mi querido Anthony Rios pidió su acostumbrado trago. El Puma pidió un café negro (no recuerdo si lo tomaba con azucar, pero sé que dejó muy claro el hecho de que no le gustaba la Cremora. A esto mi mamá se fue a la cocina, le dijo a las muchachas del servicio que por favor hiciera un café negro, un whiskacho del bueno para Anthony, un jugo de zapote para el jefe y agua para los demás. Pasaron unos minutos y la muchacha salió con su bandeja cuidadosa de que no se le cayera nada. Todo el camino era mirando la bandeja como si fuese un concurso de balance. Pero ella era una profesional. Tenía un dón para tranportar el maso de vainas en una bandeja con un balance increible y mucha fuerza que nadie sabía de donde salía pues era bien flaca. A todo esto yo estaba en una esquinita disque jugando con una grabadora de audio (pero mentira, ya la había desconchiflado todo por dentro, la destripé y la volví a armar y solo servía para hacer el bulto de que en verdad estaba grabando algo). La verdad es que sólo esporádicamente alguien hacía referencia a Yaqui Jr hablando porquería a una grabadora imitando a alguien o haciendo una entrevista al aguacate de la mata del patio de mi casa (por cierto, no quieren saber las cosas que aprendí del agaucate).
Anyway, volviendo a la historia. Cuando la muchacha llegó a la sala levantó la mirada y con la frase "El Puuumaaa!..." salió un suspiro y al piso cayeron ella, la bandeja, el café, las tazas, la vaina del azucar y su conciencia. Nadie sabía que la idolatría mayor de la muchacha era este señor. Luego nos dimos cuenta de que en el cuarto de servicio, ella había cambiado los retratos de Jesucristo que había dejado la anterior evangélica por posters del Puma y uno en especial que me asustó mucho. Donde estaba la foto de Papa Diós con los brazos abiertos, ella puso una del Puma con los brazos abiertos y abajo decía "Agarrense de las manos". Como dije, yo era muy muchacho, pero a esa edad ya yo estaba buscándole la lógica a muchas cosas que normalmente uno no hace a esa edad y por supuesto me puse a pensar en el vínculo entre Papa Diós y El Puma. La suerte fue que desistí cuando me dije "Será que El Puma predica la palabra del señor", y así sobrepasé el fanatismo de la jeva.
Vuelvo a la historia contándoles que cuando la muchacha volvió en sí y abrió los ojos, quienes estaban auxiliándola eran todos los presentes y entre ellos El Puma. Ví que abrió los ojos, al mismo tiempo que suspiraba dijo "Ayyy coño..." y de nuevo cayó inconsciente. Lo demás fue risa, yo también me reí pero no entendí por qué el show ni por qué la risa. Más adelante lo entendí todo y hoy me lo encuentro bastante jocoso y por eso lo cuento.